Recientemente viajé a una oficina local de una
institución microfinanciera para visitar a sus clientes. Una de las lecciones
que aprendí en el campo fue que es mejor prestarle a una mujer porque ella es
más responsable. Ciertamente esto no implica que el prestatario tiene que ser
necesariamente la mujer.
Nos sentamos en la casa del cliente a tomar
jugo, la mujer nos servía mientras conversábamos con el esposo. Me percaté que
la mujer estuvo más tiempo en la cocina durante la visita pese a ser el
prestatario preferido, independientemente de su rol en el negocio. Las mujeres
son las que usualmente preparan el jugo, sirven a los invitados y limpian la
casa. Ellas pueden hacerse cargo de sus niños mientras supervisan y alimentan a
otras personas, contabilizan el dinero y ayudan a recoger frutas de los
árboles. Pero ninguna de estas actividades implica que estas mujeres estén participando
en la conversación, que decidan cuándo prestar o el monto del préstamo, o si este
será empleado para el negocio o para comprar una moto, por ejemplo.
En el mismo viaje, entrevisté a un par de mujeres
de unos 60 años, que habían sido cliente de entidades financieras, no porque
ellas tenían negocio propio pero sí por su buen record crediticio. Sus
respectivos hijo y yerno, no tenían historia crediticia, y ellos confiaban en sus
madres para que soliciten el crédito. Yo pregunté: ¿Qué pasaría si ellos
llegaran a no pagar el crédito? Ambas reconocieron que, aunque tenían
influencia en estos varones (hijo y yerno), no podían garantizar 100% el pago
del mismo. Pero sugirieron que, de ser necesario, podrían solicitar otro
préstamo en otra institución para saldar el crédito anterior, en un corto
plazo.
Mientras que muchas mujeres de bajos ingresos deciden
tomar un crédito y pagarlo, otras no tienen este poder de decisión. La frase “las mujeres son más responsables” está
empezando a volverse anticuada al existir más opciones de préstamos, tanto para
mujeres como para varones, y bases de datos de información más completas que
permiten tomar mejores decisiones acerca de a quién se le debe prestar y el por
qué.
Pero ¿qué es lo que está haciendo que muchas
instituciones microfinancieras no carguen la responsabilidad de pago a la
mujer? Yo diría que la razón es ceguera.
No sobre lo que sucede pero sí sobre las consecuencias. Varias veces hago
esta pregunta a los gerentes seniors,
sugiriendo que estas políticas agregan estrés y otras presiones sobre la mujer
de bajos ingresos. Ellos responden que las decisiones de financiamiento son
tomadas como unidad, por toda la
familia. Si bien, esto posiblemente sea cierto, también lo es que las mujeres
en la región pueden confirmar la desigualdad que existe en la familia. De
acuerdo a la Organización Panamericana de Salud, las mujeres casadas o en unión
familiar en Latinoamérica y en el Caribe reportan violencia física o sexual por
su pareja en una tasa del 17% en República
Dominicana (2007) y 53,3% en Bolivia (2003). A esto se suma, para exacerbar el
problema, el hecho que los gerentes que establecen estas políticas de crédito
son, en su mayoría, varones. Mientras las mujeres desempeñan un papel secundario;
Gerentes Generales, Gerentes de mando medio y también miembros de directorios
son principalmente varones.
ANDARES, red de Mujeres para las Microfinanzas,
está trabajando con EA Consultants, en
un estudio que busca cuantificar el rol de la mujer en el liderazgo del sector
microfinanciero en Latinoamérica y entender por qué las mujeres continúan sin
estar representadas. Aspiramos inicial el diálogo para comenzar a mover a
mujeres calificadas, brillantes y dinámicas fuera de la “cocina” de las
entidades microfinancieras e impulsarlas a formar parte de la toma de las
grandes decisiones de políticas de crédito, más que solo “servir el jugo” en
estas microfinancieras.
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