Hemos dedicado mucho espacio en este blog de ANDARES al tema del
sobre-endeudamiento. Quizás porque este tema nos crea una enorme incertidumbre.
Existen personas en nuestra región, clientes de nuestras IMF, que hacen grandes
sacrificios para pagar sus deudas microfinancieras. Esto nos preocupa por
el impacto social que representa, porque amenaza la estabilidad y el futuro de
nuestras instituciones financieras, y porque cuestiona el sentido de nuestros
objetivos laborales y nuestros grandes esfuerzos.
Nos preguntamos, ¿será que hemos hecho más daño que bien? Y si es así,
¿cómo lo podemos compatibilizar con nuestro trabajo y nuestras carreras?
¿Estamos sobre-endeudando a las personas que queremos apoyar?
El sobreendeudamiento es una responsabilidad compartida que resulta de
un conjunto de acontecimientos y es alimentada por varios actores en el
sistema, incluyendo el cliente. El cliente finalmente es el que decide,
por ejemplo, si tomar un crédito productivo, y si lo utilizará para un fin
no–productivo.
Pero la responsabilidad no es solamente del cliente. Las
entidades financieras tienen que aceptar su rol también. El cliente
necesita información y herramientas. La transparencia en la información crediticia es un
requisito para que el cliente pueda tomar decisiones sanas, mientras que la educación financiera puede apoyarlos en evaluar sus
diferentes opciones de financiamiento, de acuerdo a sus necesidades. Asimismo,
las entidades financieras que no monitorean el endeudamiento de sus clientes no
conocen sus riesgos y están contribuyendo a la vulnerabilidad del cliente
final. Para esto, es necesario crear
una cultura de información e inteligencia de mercado en las IMF.
Asimismo, tenemos que pensar en dos debilidades críticas del modelo de negocio
microfinanciero tradicional: la primera es que las IMF suelen estimar el tamaño del mercado
suponiendo que la demanda para el crédito es alta y constante. No
todos los adultos en los países con mayores niveles de desarrollo económico
tienen créditos y no debiéramos suponer una demanda del 100% en países menos
desarrollados. Posiblemente hemos sobreestimado la demanda crediticia y
por lo tanto, sobre-prestamos. El segundo desafío es la innovación. Las
entidades financieras tienen cada día mayor competencia de empresas no
financieras como la de teléfonos móviles y de tiendas comerciales, y es
esencial para su sobrevivencia que éstas compitan activamente con herramientas
de distribución más eficientes y convenientes.
Un ejemplo de estos puntos es Nicaragua, desde donde nuestra asociada,
Olga Siles nos escribe. Olga subraya que Nicaragua es uno de los países
más pobres de Latinoamérica con un ingreso bruto per cápita de US$ 2.551, según
datos de 2012 (PNUD). En el país, las Micro y Pequeñas Empresas (MyPEs)
contribuyen al 70% de los empleos y al 40% del PIB. El 82% de éstas son de
propiedad femenina (FIDEG). Pese a que las mujeres juegan un rol protagónico
en la gestión de las unidades económicas familiares, según Olga, su acceso al
financiamiento continúa siendo limitado. Nos recuerda que en su país,
existe todavía espacio para expandir el crédito a mujeres no bancarizadas. Por
ejemplo, a pesar de existir más de 20 entidades financieras enfocadas en el
microcrédito en el país, en 2011, solamente un 7% de las mujeres del país
habían tomado un préstamo en el último año, según datos del índice Findex del
Banco Mundial. Claramente, la oferta actual crediticia está concentrada
en algunos segmentos geográficos y demográficos más saturados.
¿Cómo podemos compatibilizar estos bajos niveles de crédito con el
gran número de entidades especializadas en el sector de las microfinanzas en
Nicaragua? Con innovación y prudencia. Según Olga, de allí, “la
importancia de que nuestras instituciones microfinancieras hagan una revisión
crítica y objetiva con el fin de mejorar la calidad de servicio especialmente
hacia las mujeres”. Resalta que el sector carece de la capacidad y los
recursos para conocer las necesidades de las mujeres en el país y lograr un
mayor impacto con las microfinanzas.
No quisiéramos dejar la tarea solamente en las manos del mercado y de
los clientes. En muchos países, el mercado no ha logrado resolver el
problema del sobreendeudamiento de por sí. En muchos casos, la misma
presión competitiva, la liquidez no productiva, y las amenazas de jugadores
internacionales que están entrando a varios países presiona hasta a las IMF más
sociales y responsables a sobre-prestar para no quedar atrás. Es por esto
que, todo lo que hemos tocado, requiere voluntad, capacidad y recursos de
reguladores, redes, gremios, organismos internacionales y hasta inversionistas
para crear un ecosistema positivo enfocado en la protección al
consumidor. Al fin de cuentas, será el cliente el que decidirá si se
sobre-endeudará o no, pero por lo menos deberíamos asegurar que éste cliente
tenga las herramientas suficientes para tomar tal decisión y que sus
prestadores sepan que las consecuencias también son compartidas.
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